Se le terminaron los sueños porque olvidó cuáles le pertenecían.
Su voz se hizo tenue, porque la de él se volvió fuerte con el tiempo, muy fuerte, más y más fuerte, como un estruendo que aturde la calma, que impide el descanso del alma.
Olvidó su color favorito porque aprendió a utilizar solo el que a él le gustaba.
Ella no tiene una billetera porque él le dijo que en la de él se vería mejor el sustento, que siempre le cuidaría, pero olvidó aquella promesa de que nada le faltaría y ella quedó atrapada en el miedo y la ausencia del ingrato y necesario dinero.
Ella sigue despertando por amor, no propio, sino el que siente por las pequeñas manos que sostiene para enseñarles a caminar. Por ello se queda, por ello soporta.
Él se ama demasiado a sí mismo, tanto que olvidó amar a quienes verdaderamente importan; mientras ella duda de la belleza de su cuerpo cansado por los años, él traspasa otros cuerpos con su egoísmo y descaro.
Ella observa la vida desde otra perspectiva, una que creó para poder sobrellevar el duelo de perderse a ella misma. A veces se atreve a revivir a la mujer que sabe que es, pero él regresa y le aprisiona otra vez.
“Él es bueno, ella lo provoca, él es bueno, ella lo exaspera, él es bueno, ella no sabe quererlo, él es bueno, ella no lo comprende, él es bueno, por eso la retiene.” Murmullan siempre en su mente, las hienas tramposas.
Un día, la cadena que apretaba sus entrañas y su espíritu, reventó.
Las fuerzas, le salieron todas juntas, la valentía le recordó que el adversario más grande es el miedo, le hizo otra vez fuerte de pensamiento.
Su corazón le recordó que siempre supo dónde está la salida, que él, su carcelero, no es ya su marido, sino el enemigo.
Comprendió nuevamente que no es él, el dueño de sus días.
Lloró con todas sus fuerzas y huyó, aun sabiendo que el camino no sería fácil, pero que la recompensa era irremplazable, y que a esas pequeñas manos que ama y por las que se quedaba, les enseñaría la lección más grande de su vida: el derecho de la libertad que ella había olvidado.
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Inspirada en la serie de televisión “Las cosas por limpiar.”
Pensando también en las mujeres que conozco y que aún no recuperan su libertad; en las más de treinta mil guatemaltecas, víctimas de violencia intrafamiliar, y ese número es solamente de quienes se atrevieron a denunciar.
Por una Guatemala con mujeres libres, mujeres consientes de su gran valor. Por mujeres sin un opresor.
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