Una seguidora de este espacio digital me escribió para contarme de los abusos que se están cometiendo en su país, desde menores encarcelados por protestar, hasta ancianos torturados por decir la verdad.
Me impresionó que la lectora, inmediatamente, borró los mensajes por temor a lo qué podría pasar si el régimen los encontrara en su celular. Es devastador cuando un ciudadano pierde la libertad de expresión, cuando a un país le quieren robar la democracia y la dignidad. Me aventuré entonces en la tarea de ir más allá para empatizar, ejercicio que tanto ayuda y nada cuesta.
Por su seguridad, la seguidora de este espacio no accedió a una entrevista, pero me recomendó conversar con alguien que conoce de primera mano los abusos y que además da, constantemente, visibilidad de la situación a millones de personas a través de los medios de comunicación internacionales.
Llegó el día de la entrevista, un reto grande porque es abrumador querer hacer las preguntas correctas a una profesional de la palabra de este calibre.
La entrevista comenzó, transcurrió de forma agradable. Su amabilidad y accesibilidad eran indudables, de pronto perdí la noción del tiempo, esto significaba un inconveniente para mí, y sucedió lo que me temí.
Aún con su buena disposición, consideré inoportuno interrumpirle para enviarle un nuevo enlace y así continuar la conversación, ya que el límite de tiempo estaba cerca en la versión gratuita de la aplicación para reuniones que estábamos utilizando. Y es que ya me había confundido con la zona horaria al inicio de nuestro encuentro, así que no quise cometer más torpezas. Mientras la plática avanzaba, había un invasivo mensaje en mi pantalla que anunciaba el corte inminente de la comunicación, esto iba sumado a una detestable cuenta regresiva. Finalmente, retomé la calma cuando aquel aviso desapareció, posterior a ingresar los datos de mi tarjeta de crédito.
Es que no todos los días se tiene el gusto de conversar con una ganadora de los galardones anuales a la excelencia en la industria de la televisión estadounidense, mejor conocidos como Emmy Awards. Elyangelica Gonzalez, es comunicadora en una de las cadenas más importantes de televisión estadounidense en español, Univisión. La periodista, me permitió ir más allá de la pantalla, las luces, cámaras y los micrófonos, para compartir cómo es vivir lejos de su tierra y las consecuencias que tiene el permitir que un gobierno se perpetue en el poder.
No hay que saber mucho de política para darse cuenta del fraude electoral que cometió el actual régimen que mantiene a millones en la miseria a Venezuela y a unos pocos en opulencia; basta con ver en nuestras calles guatemaltecas, los rostros de cientos de venezolanos pidiendo dinero para continuar su camino y cumplir el sueño de la prosperidad y libertad en suelo norteamericano.
Es suficiente también con perder algunas horas del día viendo algún video del canal oficial de videos del régimen y analizar el discurso mal estructurado y los aplausos reprimidos de quienes están en el foro. Si esto no fuera suficiente, hay cientos de videos de viajeros que muestran la realidad del diario vivir en Venezuela, sin agua, sin luz, sin trabajo, sin comida ni educación, viviendo con dólares porque su moneda no vale nada.
“Ancla, Reportera, Redactora, Coordinadora, Editora, Camarógrafa, Escritora, Asistente, todo. He hecho de todo en mi carrera. Desde llevar café y limpiar un set, hasta presentar noticias. Por eso amo tanto ser Periodista.” Es su presentación en su perfil de una red social.
Su nombre es una composición de los nombres de sus dos abuelas. Elyangelica creció en Barquisimeto, la capital del estado de Lara, en el noroeste de Venezuela. Nació un 13 de agosto y hace justicia a su signo zodiacal, una Leo con determinación, creatividad y ambición; de su infancia tiene recuerdos llenos de nostalgia, que incluyen sabores con nombres poco familiares para mí, pero que en su rostro reflejan todo el sentido que tienen para ella, espagueti a la boloña, sancochos, arracacha y plátano maduro.
Comenzó su aprendizaje y carrera en el periodismo desde niña, imitando a las presentadoras de televisión, redactando opiniones de los artículos del periódico que le ponía a leer su abuelo e investigando absolutamente todo lo que se le ocurriera, preguntando constantemente, defendiendo en la escuela de las injusticias y contando historias a sus seres queridos. Estudió Comunicación Social en la universidad, allí se involucró en la radio universitaria y los fines de semana se dedicó a la televisión. Tiene 46 años de vida y 29 años trabajando en los medios de comunicación. Logró construir una carrera exitosa y estable en su país, una vida completa, cumpliendo sus metas. Trabajó en Venevisión desde 2001 hasta 2014.
En 2017, Elyangelica estaba transmitiendo en vivo para una radio colombiana de la que era corresponsal, estaba narrando parte de la crisis en su país en ese momento. Se encontraba en las afueras del Tribunal Supremo en Caracas cuando sintió furia, terror y desorientación por lo que le hicieron. En esa ocasión narró su desafortunada vivencia a Univisión, de donde era también corresponsal y en sus palabras contó: "Hubo una voz de uno de los oficiales que dijo: 'quítale el teléfono, rómpele el teléfono' y así hicieron. Me agarraron por el cabello, me tiraron al piso, me golpearon. Yo le dije: ‘por qué me golpeas. Tú eres uniformada, yo soy periodista y solo tengo un teléfono’ (...) Yo les gritaba que era periodista y que estaba haciendo mi trabajo, pero no. Aquí eso es ser un delincuente o, al menos, a mí me trataron así."
Gonzalez me comparte que ese momento fue un abrir de ojos para su vida, vivió en carne propia los abusos del régimen, la injusticia de ser agredida por informar en una manifestación. La golpiza quedó grabada y se viralizó a nivel mundial. Posterior a ello, en los días siguientes, comenzaron los hostigamientos, la persecución a su familia, las amenazas que atentaban contra su bienestar. Supo que irse, era inminente.
La venezolana tuvo que guardar su vida y la de su familia en una maleta, salir casi a escondidas del aeropuerto y tomar un avión hacia Estados Unidos, desde el cielo vio cómo quedaron atrás planes, rutinas, rostros queridos, amistades, olores, sabores y tal vez la posibilidad de no volver a recorrer las calles de Barquisimeto con la libertad que una vez, ella y sus compatriotas tuvieron.
En su maleta de mano, guardó algunas prendas de vestir, y tuvo qué decidir qué valía la pena llevar de su vida, eligió algunos artículos que coleccionaba y unas joyas que le había dado su abuela, no por el valor económica, sino el sentimental. Fue allí donde entendió que le quitaron todo, incluido el miedo y esa rabia de ser expulsada, le motivó aún más para no callar los abusos que en Venezuela se cometen.
Para Gonzalez, este específico momento de la historia de su patria, es una ventana de esperanza porque el mundo pudo ver las pruebas del fraude electoral y porque los venezolanos están luchando cada día para recuperar su autonomía. Necesitan que el mundo también les ayude a dar visibilidad de lo que allí pasa.
La periodista disfruta de la música de Ricardo Montaner, Luis Miguel y también del compatriota, Ricardo Arjona. Tiene tres hijos, entre los 10 y 23 años, sabe que es afortunada porque puede verlos crecer junto a su esposo en Miami. Llegar a los EE. UU. fue un reto grande, por el idioma, las costumbres, los colores y los sabores ajenos; tuvo la fortuna de integrarse al equipo de Univisión y con su carisma, ganó el cariño de los televidentes en el programa Despierta América. Además, reside en Doral, un estado que está habitado por una gran parte de venezolanos, con ello se reconforta. Reconoce también que su país ya no tiene las garantías para que ella y millones regresen; que los recuerdos están en su corazón y mente, pero ya no en la Venezuela del régimen.
Elyangelica se dedica, en su escaso tiempo libre, al canto, otra de sus grandes pasiones. Su esposo es abogado y sus hijos están interesados en la escritura, las artes visuales y en la música. Venezuela siempre está en sus conversaciones de sobremesa. La comunicadora, transmite siempre a sus hijos los valores que le han guiado en la vida, la honestidad, la objetividad, el privilegio de servir a los demás y de ser una persona valiente.
Aquellos dólares que pagué por la versión ilimitada de la aplicación de reuniones valieron la pena, cada segundo, sin duda alguna.
De esta mujer, me quedo con la sencillez, con su humildad que no ha sido robada por los reflectores, y sobre todo con su valentía para afrontar la vida, permanecer genuina y evitar a toda costa la censura.
De su carrera, la periodista valora la oportunidad que ha tenido de ser parte de la historia de su país y de la del mundo, del aprendizaje que ha tenido para poder informar, de la capacidad de análisis que ha podido cultivar y que le permite saber de todo un poco. La mayor satisfacción que tiene, es la de poder ayudar a una persona para solucionar sus problemas, gracias a un reportaje que puede hacer que las piezas se reúnan para armar un rompecabezas que pareciera imposible, considera un milagro el poder de la palabra y el don de comunicación que Dios le ha permitido. Para Elyangelica, hay que vivir para servir y también aprender a decir las cosas sin medias tintas, de frente, tal y como son.
Antes de finalizar, me dice una frase que me resulta impactante, pero lamentablemente acertada en un momento de represión e impunidad en muchos países latinoamericanos: “Si me cortan la lengua, aprendo el lenguaje de señas, no me van a callar.”
Al mes de abril de 2024 se registraron en el mundo 7,7 millones de migrantes y refugiados venezolanos. De esa cifra, se estima que 6,6 millones viven en América Latina y el Caribe.
A la comunidad venezolana en Guatemala, un fraternal abrazo. 🇻🇪
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