Creyeron los científicos, hace años, que el alma pesa 21 gramos, porque, supuestamente al morir, inmediatamente se pierde esa cantidad de peso.
21 gramos es muy poco para los días que se siente que el alma pesa más que el cuerpo.
¿Cuánto podría pesar el alma en realidad? depende tal vez de las mentiras descubiertas y las dichas, de las decepciones recibidas y las causadas, de los secretos guardados y los que se descubrieron, de las ofensas recibidas y de las que fueron de nuestra autoría, de los rencores que nos tienen y de los que guardamos.
Depende también de las muertes y de las presencias que duelen, de los miedos más profundos, de los abrazos que faltaron y los besos que negamos y nos negaron.
Puede que el alma pese según las culpas y según las expectativas que no se nos cumplieron y también de las que no cumplimos.
Me imagino que es según la intensidad como se acumula el peso, puede que en onzas para las heridas que sanaron, en gramos para los desaciertos inocentes y posiblemente sean toneladas para los errores más conscientes.
Propongo que se le pregunte a un condenado a muerte por crímenes impensables que cuánto pesa el alma, o tal vez a una madre que se quedó sin el hijo de sus entrañas o al niño que nunca va a encontrar a su familia o a quien despide a su gran amor porque ya no es de esta vida.
Yo diría que el alma pesa más de 21 gramos el día que nos vamos, a menos que con un perdón supremo y una caricia reconfortante, el alma se vuelva tan libre que parezca más liviana.
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